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La Nueva Cátedra Unesco

Roberto Lent

 

El 24 de enero el mundo celebra (o debería celebrar...) el Día Internacional de la Educación. Para este momento, siempre es importante resaltar los argumentos sobre la necesidad de educar a la humanidad, para que la prosperidad llegue por igual a todos, la violencia y las guerras cesen, la honestidad sobresalga a “la pequeña corrupción” de todos los días, y la creatividad y la competencia vayan de la mano en el trabajo y en la economía. Los escépticos dirán que todo eso se trata de una ilusión, una vana e irrealizable esperanza. Los matemáticos tal vez me consuelen, argumentando que las metas y planes son siempre como un límite matemático, aquel punto en el infinito al cual nos aproximamos siempre, sin nunca alcanzarlo. Lo cierto es que la Educación es necesaria para todos los pueblos, eso todos lo sabemos. Y que muchas de sus metas que hoy parecen inalcanzables, tal vez puedan ser aproximadas, principalmente si haya cooperación internacional en el proceso. 

 
La Red Brasilera de Ciencia para la Educación (Red CpE) defiende la participación intensa de la ciencia en la búsqueda de soluciones inteligentes, plausibles y eficaces para la educación. Y ahora celebramos también la inauguración de nuestro brazo internacional – la recién aprobada Cátedra Unesco de Ciencia para la Educación. La Cátedra fue aprobada en 2022 por la Unesco, según la propuesta de 15 investigadores de 11 países de América Latina, Estados Unidos y Canadá, y varios países europeos. Las instituciones responsables por la Cátedra son la Universidad Federal de Rio de Janeiro y el Instituto D’Or de Investigación y Educación, siendo la Red CpE la operadora, encargada de materializar sus actividades, que ya empiezan en 2023. 

 

El principal objetivo de la Cátedra está en el título del proyecto original enviado a la Unesco: “construir un puente entre el laboratorio y el salón de clases”, o sea, entre los investigadores y los profesores. Este puente ya fue considerado demasiado largo por psicólogos como el norteamericano John T. Bruer [1], enfocándose más en la relación entre la neurociencia y la pedagogía, para él necesariamente mediada por la psicología cognitiva. El proyecto de la Cátedra Unesco, siguiendo el mantra defendido por la Red CpE, es más amplio que la neurociencia, en la perspectiva llamada “cuadrante de Pasteur” por el sociólogo norteamericano Donald Stokes, autor de un libro seminal con ese título [2].

 

Para Stokes, hay al menos tres tipos de investigación científica, que ocupan “cuadrantes” de acuerdo con su respuesta a dos preguntas esenciales: si la investigación resuelve cuestiones fundamentales para el conocimiento humano (ciencia fundamental o básica), y/o si responde a necesidades prácticas de la vida humana (ciencia aplicada). Stokes bautizó sus cuadrantes con nombres icónicos de la historia de la ciencia. Así, cuando se trata apenas de ciencia fundamental, el científico honrado fue el físico danés Niels Bohr (1885-1962), pionero de la física cuántica. En el cuadrante de Bohr, los investigadores salen a la búsqueda de temas fundamentales de la naturaleza, sin preocupaciones prácticas. Cuando se trata apenas de ciencia aplicada, Stokes honró a Thomas Edison (1847-1931), el conocido inventor de la  lámpara de incandescencia. En el cuadrante de Edison, los investigadores se dedican a inventar productos y procesos, sin preocuparse por la explicación de los fundamentos de sus invenciones. 

 

El camino socialmente más eficiente, entretanto, sería combinar las dos alternativas polares – la de Bohr con la de Edison. Fue lo que hizo el francés Louis Pasteur (1822-1895), a cuya biografía se atribuye la victoria sobre la concepción aristotélica de la generación espontánea de la vida, la identificación de microorganismos como causantes de enfermedades, y la invención de una técnica para eliminarlos: la pasteurización de los alimentos y bebidas. El “cuadrante de Pasteur”, así, sería la mejor opción para la inversión en ciencia y tecnología, creando ecosistemas fértiles en ideas y productivos en soluciones.

 

La Red CpE y la Cátedra Unesco de Ciencia para Educación objetivan a contribuir para el desarrollo de este ecosistema tan promisor, reuniendo investigadores de cualquier especialidad, que se dispongan sea a comprender los fundamentos básicos de ese proceso mental y social que llamamos educación, sea a inventar y evaluar soluciones prácticas para las cuestiones más urgentes de la educación. Se trata así de construir el puente negado por Bruer, entre investigadores “lato sensu” y los profesionales de educación que trabajan en las escuelas. Eso es posible si los actores de un lado del puente no desmerezcan a los del otro lado, cruzando el río que los separa y tratando de encontrar confluencias virtuosas.

La Red CpE ya reúne cerca de 180 investigadores brasileros de las más variadas especialidades – de la economía a la neurociencia, de la psicología a la ciencia de la computación, de la biología a la pedagogía. Además, en pleno desarrollo está nuestro nuevo grupo de Amigos de la Red, hasta el momento con 170 afiliados: profesores, gestores, periodistas y otros profesionales. Y de la misma forma camina la Cátedra Unesco, por el momento en menor escala. Igualmente, la Red cuenta con varias instituciones asociadas que proveen recursos financieros y logísticos de apoyo a nuestras actividades.

 

La Ciencia para la Educación ofrece ya varios ejemplos de conexión entre la investigación básica y la investigación aplicada, un verdadero puente de transversalidad entre los dos mundos. Los economistas y sociólogos han realizado estudios longitudinales que indican la gran importancia de invertir en la enseñanza infantil. El economista Daniel Domingues dos Santos, de la Universidad de São Paulo en Ribeirão Preto, revisa esos trabajos en uno de los capítulos de un libro publicado por la Red y por Editorial Atheneo [3]. En otros dos capítulos del mismo libro, dos investigadores del área de la computación, André Ponce de León Carvalho, de la Universidad de São Paulo, y Edmundo Souza e Silva, de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, nos cuentan sobre máquinas que aprenden y máquinas que enseñan. Los neurocientíficos, a su vez, han contribuido también para la construcción del puente, como lo demuestra el libro publicado por el Servicio Social de la Industria (SESI), de autoría de Ana Luiza Neiva Amaral y Leonor Bezerra Guerra [4], proyectado para alcanzar específicamente a profesores con sugerencias de aplicación en el salón de clases de varios conceptos provenientes de la investigación en neurociencia.

 

Estos pocos ejemplos virtuosos no le hacen justicia a un enorme número de otros investigadores brasileiros y de otros países, insertos en los contornos del cuadrante de Pasteur, que intentan hacer valer la importancia de la Ciencia para la implementación de políticas públicas en la Educación. Celebremos con la Red y la nueva Cátedra Unesco de Ciencia para la Educación, el Día Internacional de la Educación, el año de 2023 y los nuevos tiempos que abren luminosos horizontes para esa área de inversión social de tanta importancia para todos los países.

 

1 J.T. Bruer, Education and the brain: A bridge too far. Education Research vol. 26, pp. 4-16, 1997.
2 D.J. Stokes, O Quadrante de Pasteur, Ciência Básica e Inovação Tecnológica, Campinas: Editora Unicamp, 2009.
3 Ciência pra Educação, Uma Ponte entre dois Mundos (org. R. Lent, A. Buchweitz e M.B. Mota), Rio de Janeiro, Ed. Atheneu e Rede CpE, 2018.
4 Neurociência e Educação, Olhando para o Futuro da Aprendizagem, SESI, 2020.

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